martes, 9 de octubre de 2012

Confianza en medio de la angustia.


No confiemos en nosotros mismos,
sino en Dios que resucita a los
muertos (2 Cor 1, 9b).

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios»

Pero Tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable,
que acampa a mi alrededor.

Levántate, Señor; sálvame, Dios mío:
Tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación,
y la bendición sobre tu pueblo.

(Salmo 3)

No hay comentarios:

Publicar un comentario